Imprescindibles de Montpellier, 24 horas en la capital del Languedoc-Roussillon

Capital de la región del Languedoc-Roussillon, la cuna del rey Jaime I el Conquistador, Montpellier es una ciudad de aproximadamente 300.000 habitantes, fundada en el siglo VIII lejos de la costa para evitar los ataques piratas que asolaban la ciudad costera de Magalona (Mauguio). No es hasta el siglo X que la ciudad empieza a tener una cierta importancia por pasar a ser un gran centro para el comercio y convertirse en la elegante, majestuosa y clásica ciudad que conocemos hoy en día.

¿Qué ver en Montpellier?

Si como yo tienes apenas 12 horas para visitar la ciudad y si tenemos en cuenta que un 19% de sus edificios son considerados como monumentos históricos, uno de los imprescindibles es pasear por el centro de la ciudad, conocido como l’Ecusson (escudo) con sus calles medievales y sus pequeñas plazas, algo que no debes perderte y más si te gusta practicar la fotografía Street.

Puedes empezar en la Place de la Comédie, centro neurálgico y el auténtico corazón de la ciudad, donde se encuentra la Opéra Comédie construida en 1888, cuya fachada recuerda a la Opera de París, y la Fontaine des Trois Grâces, uno de los símbolos de la ciudad de Montpellier. Puedes recorrer la plaza, tomar algo en una de sus muchas terrazas o acercarte al otro lado de la plaza, donde encontrarás la Esplanade Charles de Gaulle, uno de los parques más grandes de la ciudad.

Si vas subiendo llegarás al Musée Fabre, donde se encuentra una de las muestras más importantes de colecciones de pintura, escultura y dibujo del s.XVII al s.XX., y más adelante, situada en una pequeña plaza llamada Place du Petit Scel, verás la Iglesia de Santa Ana, construida en el siglo XIX con un estilo neogótico, que hoy en día se utiliza como sala de exposiciones.

No muy lejos queda la Place des Martyrs de la Resistance con el edificio de la Préfacture y Rue Foch. Esta calle llena de pequeños palacios y edificios históricos te llevará directamente al Arc de Triomphe o Porte de Peyrou, que fue construido a finales del siglo XVII en honor al rey Luis XIV, y que se encuentra junto al Palacio de Justicia.

Al otro lado del Arco puedes visitar la Promenade du Peyron, que es el punto más elevado de la ciudad y uno de los sitios preferidos para pasear. En su recinto destaca la torre del agua (Château d’Eau) situada al fondo del parque junto al Aqueduc des Arceaux, construido en 1754.

Si tienes más tiempo y paciencia para entender el complicado tráfico de la ciudad, puedes acercarte a visitar la Catedral de Saint-Pierre, consagrada en 1536 y situada junto a la Facultad de Medicina. Es la más antigua del mundo occidental y en la que estudiaron Arnau de Vilanova, Ramon Llull o Nostradamus.

También puedes acertarte al barrio de l’Antigone, una zona diseñada por el arquitecto Ricardo Bofill, de estilo neogótico y que fue terminado en el año 2000. Junto a esta zona, hoy se están construyendo muchos edificios de aire moderno, ideales para los que disfrutan de la fotografía de arquitectura.

Cerca de la ciudad puedes visitar alguna de las antiguas casas señoriales rodeadas de jardines y fuentes, la más popular es el Château de Flaugergues. Aunque yo me decanté por levantarme temprano y aprovechar que la ciudad está a tan solo 11 kilómetros del mediterráneo para sacar algunas fotos de algunos pequeños embarcaderos y botes abandonados situados en la población de Pérols.